Espiral de Saraswati

miércoles, 27 de abril de 2011

"EN LA RESACA": NOVELA DE JOSÉ GABRIEL CEBALLOS



  Leer “En la resaca” es sumergirse en un mundo en el que los personajes marcan el tempo y el ritmo de la novela. Y  cada personaje está allí como expuesto en un contexto que de pronto lo ilumina, le da su oportunidad de resplandecer para que,  en otra instancia,  esa luz siga su curso hacia otro personaje que encuentra su momento hasta que este también concluye. Hay una mirada que los recorre, precisa, un tanto implacable,  a veces con un rasgo levemente irónico. La voz que narra nos va llevando de la mano y nos acerca al pequeño mundo de  estos personajes convirtiéndonos en espías de eso que nos atrapa y también en cómplices de la voz de este narrador, que es un poco testigo y otro poco delator.
    En el trazado de  los personajes se pueden detectar varias líneas estéticas que son justamente las que –a mi criterio- caracterizan la prosa estilística en la obra de Ceballos. Hay un perfil rioplatense que se entronca en el grotesco criollo, cierto matiz del sainete, algún rasgo absurdo o ridículo asoma por allí entre el ropaje de estos  seres singulares. Sin embargo en la elección de sus nombres y en el  tono de algunas descripciones es detectable la tradición del realismo mágico. Estas dos líneas, cuya integración constituye un acierto literario,  se mixturan de tanto en tanto con el tono borgeano, se trata de esa ironía tan típica que encontramos especialmente en obras anteriores de Ceballos. Es una ironía solapada, contenida o mesurada que muestra un modo peculiar de ver el mundo. Quizá por eso los personajes se nos vuelven tan atrayentes.
       Este abanico de personajes juega su diversidad de roles en espacios comprendidos en un lugar llamado Fulgor, una ciudad de provincia,  son espacios que se  sitúan en distintos niveles  entre los que podríamos distinguir el que se encuentra  ajeno al mundo y, por lo tanto,  también fuera de la cotidianeidad del relato, enfatizado en el título de varios capítulos “Bajo la tierra” y luego, el de la interioridad de los seres que lo habitan, consideremos que la ensoñación provocada por un químico o la experiencia onírica forma parte de esta interioridad.
   “En la resaca” no es una novela fácil de abordar. Detrás de la aparente sencillez hay una trama compleja, un hilado sutil que  despliega gran profundidad y dado que eso es lo más difícil de lograr en términos de contar historias en el plano de lo literario, esta novela nos invita a entrar en un camino de indagación permanente.
    Desde el vamos no deja de llamar la atención que su título aluda al concepto de lo oscuro, lo denso, lo turbio, lo pesado: la resaca,  y que el nombre de la ciudad  se vincule a la luminosidad y resplandecencia. Ahora  bien, si tomamos en cuenta la  otra acepción de resaca entendida como movimiento, todo lo que ocurre en la novela alcanza diversas significaciones. Con lo primero que nos topamos en tanto originalidad es que en esta especie de subgénero que es el de la novela que aborda el tema de la  última dictadura militar argentina, Ceballos no cae en la clásica dicotomía, en el maniqueísmo,  aquí la oscuridad y lo que resplandece  permiten todo el tiempo su juego de filtraciones, entrelazamientos, impregnaciones de uno y otro perfil.
    No bien nos involucramos en la lectura,  el lenguaje depurado, la impecabilidad  y precisión en la descripción de lugares y personajes  actúa a la manera de un telón de fondo que encubre esa opacidad encerrada en  el título de la novela. De algún modo el nombre escogido para esta ciudad de provincia inventada, rasgo típico de la tradición del realismo mágico, es un gesto irónico. El fulgor está únicamente en el nombre, el resto, la ciudad entera y sus habitantes responden a las características de la resaca. La historia es atrapante y está sostenida por una intriga que va en crescendo, pero  de inmediato surge la pregunta: quién cuenta esta historia. ¿Quién narra aquí? Ante todo no estamos frente al narrador monumental de la novela clásica, el que todo lo sabe, el incuestionable.  En esta novela el narrador se acerca y se aleja de los personajes, se va desplazando; a veces los personajes son enfocados o mirados desde la perspectiva de otro personaje, eso le da movimiento y versatilidad al texto.   Cada personaje va surgiendo  después de ser nombrado como en un escenario teatral. El nombre no  es un título, no  responde a la grafía de un guión que abre el diálogo y le otorga la palabra o la voz a otro que no es el narrador. Al principio se tiene la impresión de que los personajes están en un escenario y la luz va cayendo sobre cada uno de ellos. A medida que el relato avanza esos personajes son iluminados de a poco con mayor intensidad en un movimiento que va hacia atrás en el tiempo y hacia  lo profundo en el espacio de la interioridad. La mirada sobre cada uno de estos personajes  se expresa con un tono conciso y un dejo de burla y a la vez de contenida compasión. Ahora bien, la característica de este narrador es su capacidad de migrar,  de desdoblarse. Este narrador maleable le da  lugar a una suerte de voz de la conciencia  que, de tanto en tanto, replica y ahonda en el mundo interno de algunos personajes. No podría  considerarse que esa es la voz del narrador, oficia más bien de otro personaje dentro de la novela. Todos estos recursos enriquecen notablemente la escritura. En su desplazamiento esta voz del narrador se desliza tenuemente  hacia un lenguaje legal,  su discurso se va asemejando al de un pesquisante, en este sentido la voz del narrador se modula y cambia a medida que el foco se acerca a distintos personajes, podría afirmarse que esta voz mutante se ve afectada por el halo de los personajes. Y al mismo tiempo en otros momentos este particular narrador da la sensación de que la trayectoria de su mirada  estuviese amarrada a una cámara  filmadora que se encuentra en movimiento.
    Estos personajes, a veces patéticos, conmovedores, desolados, se mueven en una serie de  ámbitos: La radio, el hotel  La Bienvenida”, la plaza,   el ingenio abandonado que es un lugar determinante en el desenlace de los hechos, remarcado por el título reiterado de “Bajo la tierra”  seguido por los números uno, dos, tres, cuatro y los ambientes donde estos personajes viven. Pero existe otro espacio no menos importante: la interioridad de los personajes y en esa interioridad  están sus sueños desplegados en la noche a través del relato en un programa de radio. Aunque también podría incluirse otro espacio, el de la virtualidad, la televisión en tanto representación del mundo de afuera. La radio muestra el espacio interior de los personajes, perceptible también a través de sus evocaciones, pensamientos y elucubraciones. Esta interioridad es el espacio más determinante de la novela,  de la misma forma en que lo es el del ingenio abandonado, ya que es aquí donde ocurre lo relevante. Estos dos espacios digamos interiores, digamos entonces, espacios ocultos,  son espacios bloqueados para el afuera que de pronto implosionan.  Esencialmente “En la resaca” es una novela de espacios cerrados, una o dos veces  alude a Buenos Aires, se dice “la capital”, pero de esta ciudad de provincia se hace sólo referencia al gran mundo que está afuera, del cual llegan los periodistas, un mundo que es apenas una referencia muy genérica, un  mundo  que se asemeja a una totalidad enfrentada a Fulgor. Finalmente Fulgor se pliega sobre sí misma y termina guardando sus secretos. La historia se cierra como una flor nocturna. Fulgor es un espacio simbólico donde nada cambia en realidad. Lo oculto sigue siendo oculto. Quien viene a develar – Patricia, la periodista extranjera- es tragada por las leyes del lugar y de reveladora se convierte en encubridora. De modo que una vez más reconocemos el rasgo irónico en la elección del nombre Fulgor que, aunque sugiera luminosidad, termina replegado en lo que encubre, lo que oscurece cualquier posibilidad de echar a luz la verdad escondida. Entonces si tomamos la otra acepción de resaca -movimiento de marea- convenimos en que el título es muy ajustado: la marea va y viene, el movimiento es continuo, pero el agua es siempre la misma. Y  la conclusión de esta historia lo confirma. Nada cambia en realidad.
         Los personajes y sus vínculos entre sí estructuran la novela. Trama de relaciones, vínculos visibles y ocultos. Eso que no se ve, lo oculto de los vínculos humanos, eso que no se muestra como la genitalidad entre hermanos, la subordinación de Alelí a Vernengo durante la represión, eso es el desencadenante de la historia. Y lo oculto es también el lugar donde están los cuerpos de los desaparecidos, lo oculto son palabras que no se pronuncian o palabras encubiertas por otras palabras a través de mentiras. Este juego de  múltiples ocultamientos está trabajado desde la palabra en la sutileza y en el entramado que  se desliza por detrás y sostiene el andamiaje del relato. Por eso esta novela es tan rica también en términos de estructura,  factura o armado Y eso precisamente es lo que presenta complejidad a la hora de analizarla.
    Especial importancia tienen en esta novela el lugar de las palabras. Sean estas pronunciadas o no, escritas y luego quitadas  de su sitio se encuentran presentes en ausencia  - las del libro de autos con sus páginas faltantes, las palabras que aparecen en pintadas callejeras, que fueron fraguadas por varios personajes para obtener una ventaja, las palabras un texto que está por escribirse, la escritura de un texto sobre la dictadura que finalmente no saldrá a la luz, que no mostrará la verdad-. Están además los apuntes que la periodista hizo, manipulados por Vernengo en el ingenio abandonado, están las palabras no pronunciadas por un mudo, las palabras dislocadas de un enfermo con Alzheimer, las que relatan sus sueños a través de un programa radial. En cualquier caso las palabras pronunciadas o escritas deben ser tapadas, bloqueadas, encubiertas. Ante la palabra, se impone el silencio o alguna forma del silencio como el ocultamiento o la tergiversación,  en cierta medida parece operar bajo cuerda el lema que se impuso desde el gobierno durante la dictadura militar: “El silencio es salud”. Sin embargo es desde el estricto punto de vista literario donde la palabra ha sido trabajada con cuidado, sin desmadre, manteniendo el pulso. Dentro de la intriga el valor de las distintas acepciones de un término se desmenuzan, nada sobra aquí ni nada falta. Es el narrador quien reflexiona sobre la precisión del lenguaje dentro de la novela, como si se desdoblara una vez más. Y entre lo que se dice y lo que se calla se establece la tensión y el manejo de la intriga se sostiene hasta el final profundizándose. Las palabras, dichas, ocultas, desfiguradas, silenciadas ocupan en este texto el lugar de los cuerpos de los desaparecidos que en esta historia podrían dejar de ser esa entidad abstracta para convertirse en muertos lisa y llanamente si la verdad saliera a la luz. Pero,  puesto que no es así, todo, nosotros mismos, los lectores en tanto cómplices, quedamos sumidos en esa ambigüedad, en esa imprecisión, en esa fascinación de lo que se intuye o se adivina,  eso que se palpa sin que se muestre completamente que es el lugar de la literatura por excelencia.
                                                                  

Esta novela  fue la  ganadora del  XII PREMIO ALFONSO VIII DE LA DIPUTACIÓN DE CUENCA- ESPAÑA‏

 A propósito de los entretelones del premio:
El restaurante Figón del Huécar fue el escenario elegido para que el jurado del Premio de Narrativa Alfonso VIII diera a conocer su veredicto. Aunque los jueces tuvieron que analizar 160 obras, el trabajo que más les sedujo fue “En la resaca”, un material creado por el escritor y abogado argentino José Gabriel Ceballos.
Gracias a este fallo, el autor nacido en 1955 en la localidad de Alvear (Provincia de Corrientes) logró quedarse con los 18 mil euros que forman parte del galardón y acceder al beneficio de ver su novela publicada por la Editorial Edaf.
El relato que presentó Ceballos a este certamen español convocado por la Diputación Provincial de Cuenca está inspirado en la dictadura militar argentina y tiene como protagonista a un periodista que traslada a un torturador enfermo de Alzheimer desde un asilo hasta la ciudad que lo vio actuar con crueldad durante la década del  setenta. Desde el punto de vista de Almudena Grandes, la escritora española que presidió el jurado integrado por colegas como Pedro Zarraluki y Lorenzo Silva, el representante de la editorial Edaf Melquíades Prieto y Marta Segarra (encargada del Servicio de Publicaciones de la Diputación Provincial), esta obra merece ser premiada porque además de ser “ambiciosa y comprometida” es una novela arriesgada que gira en torno a un tema delicado. “No es una historia simple de buenos y malos, sino que aborda los límites de la crueldad y ofrece un final sorprendente”, expresó ante la prensa la creadora de títulos como “Malena es un nombre de tango”, “Atlas de geografía humana” y “Estaciones de paso".

  José Gabriel Ceballos nació en 1955 en Alvear, Pcia. de Corrientes donde reside actualmente. Autor de una vasta obra cuentística, en la que se destacan "El patrón del Chamamé" (Premio Educa en San José, Costa Rica) y "Entre Eros y Tánatos" (Premio Tiflos, Madrid) ya ha incursionado también en la novela  con "Ivo el emperador" y "Víspera negra" (Premio Ciudad de Alcalá de Henares). En Sevilla España, ganó el VII Premio Alberto Lista de narraciones breves y recientemente obtuvo el Tercer Premio Municipal  de la ciudad de Buenos Aires- Ricardo Rojas.
Otro premio para el prolífico escritor José Gabriel Ceballos | http://www.primeraedicionweb.com.ar/s...



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