Espiral de Saraswati

lunes, 22 de abril de 2013

PATRICIA SEVERIN: UN CUENTO





Narradora y poeta y ahora editora, Patricia Severin no ha dejado de asombrarme con su literatura. Relatos donde el tono alcanza la medida justa y profundiza al mismo tiempo. Hace ya muchos años varios escritores  fuimos invitados a su entonces lugar de residencia, la ciudad de Reconquista a presentar  su libro de relatos “Las líneas de la mano”. Ocurrió algo interesante. Primero leímos el libro libremente, luego surgió la idea de que participáramos en esa presentación y a prácticamente todos los escritores nos ocurrió lo mismo: la segunda lectura nos dio un sentido de profundidad que nos impresionó por la coincidencia. Eso ocurre con la literatura de Severin, capas y capas de  significación se van desgajando a medida que se profundiza el texto que en apariencia se presenta liso, ágil, suelto. Hay un efecto de levedad, de fluido acontecimiento que  poco a poco nos va mostrando su hondura, una suerte de levedad intencional que parece indicar que la mirada  sobre la existencia juega ese doble matiz, revela sus dones y sus oscuridades con sutileza y particular  brillo.


                                         LA VENTANA DE PAPÁ
                                                               
       Mi papá  fumaba cada día un cigarrillo después del almuerzo. Sólo uno. Fumaba un cigarrillo y miraba por la ventana del comedor hacia la calle, mientras el humo daba tres vueltas en círculos alrededor de su cabeza.
Mi papá miraba a la gente que pasaba por la calle desde arriba. Mi casa queda en la planta alta; en la planta baja hay dos garages y un negocio que vende inodoros, bidets, bañaderas (bañaderas no, me dijo la dueña, se dice bañeras), y percheros de distintos colores para colgar toallas. No hay espejos ni otra cosa. Es un negocio aburrido y de feo nombre: "Sevlo". Nosotros alquilamos ese local y uno de los garages para tener otra entrada, dice mi mamá, que siempre organiza los dineros de la casa.
Mi mamá pensaba que mi papá no sabía hacer plata. Por eso ella tenía que renegar para que no faltara la comida en casa.
En casa no faltaba la comida, pero faltaban muchas cosas que mi papá no podía comprar porque en el campo nunca nada iba bien. Si no era la sequía, era la inundación, si no era la inundación habían bajado los precios del trigo y nada alcanzaba para nada.
Una siesta mi papá  dejó de fumar un cigarrillo todos los días después de comer. Empezó a fumar también uno antes de almorzar y otro antes de cenar. No fumes tanto, le decía mi mamá, que vas a enviciar a los chicos con el mal ejemplo. Mi papá no decía nada. Miraba por la ventana del comedor, desde la planta alta, a la gente que pasaba por la calle; después se iba al campo. A veces volvía al rato porque la camioneta se le había descompuesto y otras veces no volvía por muchos días.
Entonces mamá decía, este hombre me va a volver loca. Y cuando papá llegaba a casa, en realidad parecía una loca que gritaba.  Papá se ponía a mirar por la ventana y prendía otro cigarrillo.
Un día le dijo a mi mamá, no puedo respirar.  Mamá fue a la farmacia y le trajo un aparatito que él apretaba y largaba un rocío adentro de su boca. Desde entonces mi papá fumaba y usaba el aparatito. Pero a veces seguía diciendo, no puedo respirar.
Mi mamá, mientras tanto, hablaba de posibles negocios que debían hacerse para tener más entradas, de todo lo que necesitaba comprar, de las cosas que nos faltaban y de los programas de la tele. De vez en cuando, de lo mal que le salía la comida, porque siempre andaba regateando algún ingrediente, o de las vacaciones que soñaba.
Hasta que un día llegué de la escuela y mamá estaba llorando. Me abrazó y me mostró a papá acostado sobre el sillón rojo. Fui a darle un beso pero él no se movió. Tenía un ojo medio abierto y el otro cerrado. Mamá empezó a gritar como cuando se ponía loca, mientras repetía, que nos espera, que nos espera. Fui a sacudir a papá para que se levantara pero se le cayó el brazo hacia el costado y tampoco se movió. Mi mamá  dijo, ya basta, ya basta, y me llevo hacia la puerta, te vas a quedar en la cocina con tus primos. Mis primos no hablaban, me miraban de reojo y yo me aburría. Después entraron las tías cuchicheando; lloraban y me abrazaban. Algunas salieron con el café y  yo me fui al comedor y me puse a mirar por la ventana.
Desde entonces no puedo salir de ese lugar. Veo todo pequeño y diferente. Veo las espaldas  y me pongo a contarlas.
Es posible que todas esas espaldas lleven como una marca invisible la mirada de papá.

                                                                   Del libro ”SOLO DE AMOR”- Ed. Lux- 1999


Patricia Severín es poeta y narradora. Vive actualmente en la ciudad de Santa Fe.
 Publicó:
 “La loca de ausencia” -poesía- Faja de Honor SADE 1992-Ed. Tierra Firme
“Amor en mano y cien hombres volando” –poesía- escrito junto a Graciela Geller y Adriana Díaz Crosta. Ed. Tierra Firme
“Las líneas de la mano”  - cuentos - Faja de Honor SADE  1998- Ed. UNL
“Sólo de amor” –cuentos- Premio Único Publicación ASDE 1999-Ed Lux y ASDE
“Poemas con Bichos”- poemas- Premio Fondo Nacional de las Artes 2001 y Premio Municipalidad de Buenos Aires para obra editada, bienio 2002-2003. Ed. Vinciguerra
“Libro de las certezas”-poemas-Mención Única Premio Macedonio Fernández 2008-Ed. Grupo Editor Latinoamericano
“Una isla en la isla”-poesía- Ed. Latin Heritage Foundation 2010- Antología
“Poemas inolvidables”-poesía- Ed. Latin Heritage Foundation 2011- Antología
"El universo de la mentira"- poesía- Ed. Palabrava 2011
“Poemas con bichos”-poesía- (2da. Edición) Ed. Palabrava 2011
El Programa Nacional de Alfabetización publicó, en el 2011, su cuento “Algún día va a dejar de llover”
“Anuela y la niña” –poesía- Ed. Palabrava 2012
 Junto a Graciela Prieto y Alicia Barberis, creó Editorial PALABRAVA, para jerarquizar el oficio del escritor y la literatura santafesina.
 Ha obtenido, entre otros, el Primer Premio en cuento en el Concurso Nacional Alicia Moreau de Justo; Primer Premio en cuento Las Tierras Planas; Premio Publicación Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe; Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores -por dos veces-; Tercer Premio Poesía del Fondo Nacional de las Artes 2001, y Premio Municipalidad de Buenos Aires, con la obra “Poemas con Bichos”; Premio Macedonio Fernández, Mención Única para “Libro de las certezas”.
Sus textos se hallan en numerosas antologías nacionales e internacionales.




                                                                              
               


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